De pie, aplaudan de pie, señores. Este equipo está atravesando su primavera, es terreno fértil para la ilusión, y tiene cimentos donde apoyar este peso que no se calcula en kilos sino en años, que ya son 24 y muy largos y pesados.
Es cierto, hay que decirlo también, que así como pasó el partido más importante de los cuatro hasta ahora, tuvo su peor momento futbolístico del Mundial. Pero lo saltó, se rió de ese presente y lo hizo efímero.
La llave, esta vez, fue un juez de línea miope que no vio un off side de un metro. Pero qué importa, si Carlitos supo cómo aprovecharlo y cabeceó al gol.
Justo en ese momento en el que la pelota estaba más caprichosa que nunca, no tenía quién le dé tranquilidad. Justo ahí, sí, porque de un potencial México 2-0 arriba gracias a la buena presión que ejerció en los primeros minutos, fue la Selección la que sacó dos goles de ventaja.
Gozalo, Gonzalo: ¡golazo! Higuaín estuvo donde tenía que estar: sobre el miedo de la defensa azteca. Una pisada fallida mexicana se transformó en un exquisito recurso del Pipita, que hizo de una equivocación una virtud y gritó su cuarto gol mundialista.
Ahí, entonces, cuando menos se esperaba la ventaja era celeste y blanca. Listo, ya se había dado el primer paso y medio, era cuestión de saber cómo avanzar lo que faltaba.
Y ahí apareció Carlos Tevez, otra vez, para ratificar que es el mejor argentino en Sudáfrica. ¿La Jabulani? Bien gracias: Charlie le dio con alma y vida y la metió en el ángulo: 3-0 para confirmar que ese medio paso estaba dado.
¿Listo? No, porque avanzó medio y lo retrocedió -literalmente-. Metido atrás, a Maradona le salió su mitad bilardeana y el equipo empezó a aguantar. Y pasó lo inevitable, el gol mexicano.
Diego ya sabe en qué se falló, y por eso seguramente ya pidió los videos, porque el segundo tiempo fue lo más apagado que se vio de este equipo en Sudáfrica. Y repetir ese nivel, de ahora en más puede ser peligroso.
Pero... De pie, aplaudan de pie, señores: otra vez la Argentina está entre los mejores ocho equipos del mundo. Y que se venga Alemania, porque la sed de revancha es la bandera de este equipo. Y sino, preguntarle a Mascherano, Tevez o Burdisso, por ejemplo, qué se siente llorar ante los teutones. Nunca más, se juramentaron. Ahora tiene la oportunidad de demostrarlo.
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