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Jan 31st
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La Violencia En El Fútbol Y Su Historia.-

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“¿Qué sería el fútbol sin el hincha, una bolsa vacía...?”, describía Enrique Santos Discépolo.-Personaje infaltable en cada evento. Propulsor indiscutido de alegrías, color y sabor que, con un mágico ritual plagado de canciones, banderas y sobradas dosis de ingenio, ilustran ese maravilloso espectáculo que es el fútbol.

Pero responsable, en ocasiones, de sucesos lamentables y bochornosos que enlutaron jornadas deportivas más de una vez. Sin duda, nos referimos al hincha, o mejor dicho, al barra brava.

A ese bravucón empedernido que, azotado por la pasión, la ira, el orgullo y la intolerancia, suelta toda su bronca y desenfado provocando hechos violentos que siembran el pánico en las tribunas.

Historias que en este trabajo nos hemos propuesto investigar.

“El fútbol y la violencia fueron siempre de la mano”.  Tal vez, ésta sea la síntesis de la labor que llevamos a cabo y en la cual no sólo se narran hechos vandálicos sino que, además, intentamos analizar al hincha de fútbol. Tratamos de averiguar qué siente, cómo piensa, por qué llega a la violencia y qué grado de responsabilidad le atañe a él, a su entorno, y a quienes lo usan y luego protegen.   

¿Por qué un individuo se identifica con una institución determinada y la defiende como propia? ¿Por qué ése equipo es la causa de sus angustias, tristezas o alegrías?.

En este trabajo recordamos hechos y tenemos la palabra de testigos y protagonistas.
Veremos, pues, que la violencia en el fútbol no surge a raíz de la tremenda crisis socio económica que nos sacude desde hace años, como algunos entienden, sino que es un fenómeno mundial, no exento en países prósperos y desarrollados como Inglaterra o Alemania; y propio de una masa irracional, impulsiva y temperamental.   

El hincha:
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En Argentina, Uruguay, Alemania, Inglaterra o Brasil, el hincha es siempre el mismo. No varía de acuerdo al sitio donde nació.

Apasionado, violento, temperamental, impulsivo, sensible, sufrido, irracional, subjetivo, intolerante, orgulloso, sentimental… son algunas de las formas como lo podemos calificar.

El hincha es un ser muy especial, se limita a sentir a su club y obra de acuerdo a lo que ese
sentimiento le ordene. Por eso, no sorprende que defienda lo identificable y, en ocasiones, esa defensa de lo injustificable desemboque en actos de violencia verbal o física.

El hincha carece de todo juicio lógico y racional. Es muy común observar cómo un sujeto insulta descalificadamente a un jugador contrario mientras éste comete un foul en perjuicio de un jugador propio; y de qué forma aplaude si, al tiempo, se repite una jugada similar pero en perjuicio de un rival.

Algunos muy agresivos, otros menos. Unos muy violentos, otros no tanto. Pero ambos, cuando están en masa, manifiestan sentimientos paralelos.
Todos en coro insultan al rival de turno o al árbitro. Algunos le arrojan objetos y otros llegan a la agresión de hecho.

Muchos dan un paso al costado y adhieren con el aliento; pero todos, en definitiva, son responsables de la violencia injustificada y cruel que incluso se ha llevado la vida de personas, enlutando a todos aquellos que forman parte ese espectáculo tan formidable como es el fútbol.

Cada equipo tiene sus fanáticos que lo siguen donde juegue. Estos se agrupan alrededor de un líder (elegido como tal por sus ‘actos de arrojo’) y forman verdaderos y temibles grupos de poder, capaces de derrocar como una auténtica fuerza de choque a cualquier dirigente que pretenda combatirlos.

Estos provienen de sectores marginados y sin posibilidades de progreso, con frecuentes alteraciones en su conducta producto, precisamente, de esa marginación.

Al respecto, el sociólogo Juan José Sebreli  manifiesta en su libro Fútbol y Masas: “El hincha es un individuo atormentado por su falta de identidad, por el débil sentimiento de continuidad y mismisidad de su YO, por la incompleta organización de su personalidad. Incapaz de reconocerse a sí mismo, de saber quién es y qué quiere.

A través de un confuso e indefinido YO, trata de encontrar una relativa estabilidad, identificándose con alguna imagen de mundo circundante: ‘El equipo de fútbol’.
Llega así a una total falta de separación entre el objeto que ha elegido y el YO: ser uno mismo significa para el hincha ser del cuadro X.

El poder entusiasmarse por algo, el uso de insignias, los gritos a coro, el poseer una  característica supuestamente propia, un determinado color, es una compensación para aquel a quien nada pertenece efectivamente y cuya vida, tanto en el plano individual como en el social, es un vacío absoluto porque la sociedad lo ha despojado de todo significado”.

En otro pasaje de su libro, Sebreli describe que la ansiedad del hincha porque el propio club sea triunfador y muestre así su superioridad, trasciende la mera puja deportiva hacia otros valores humanos.

“La validez de esa superioridad propende a convertirse en una superioridad en general; y con esto se ha ganado algo más que el juego mismo. Se ha ganado prestigio y honor, que beneficia a todo el grupo al que pertenece el ganador”, sentencia el escritor.

Una característica muy particular de los fans de un determinado club, es el odio desmesurado e incontenible en perjuicio de un rival. Esa incompatibilidad generalmente se produce por problemas barriales o coyunturas deportivas.

El sentimiento negativo llega a su máxima expresión cuando ambos conjuntos se enfrentan entre sí.

En tales ocasiones, es muy común que aquellos hinchas más irascibles e irracionales que forman parte de las barras descriptas, desaten toda su furia y se produzcan grandes escándalos dentro y fuera de los estadios, con sucesos luctuosos y flagrantes, muchos  de los cuales todos conocemos y repudiamos más de una vez.   
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Hechos de violencia que conmovieron al fútbol argentino:
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La violencia feroz, cruel, irracional, descalificadora… provocada por ese ejército de vándalos que infunden temor (responsables de denigrantes guerras de guerrillas dentro y fuera de los estadios de fútbol, sujetos llamados ‘barras bravas’), no es propia de estos tiempos sino que convive en nuestro fútbol desde sus comienzos.

Así vemos como ya en julio de 1916, mucho antes de que se profesionalice este deporte, un partido entre Argentinos y Uruguayos jugado en la vieja cancha de Liniers es suspendido ante un tumulto provocado por el público, que finalmente término quemando el estadio.

La ansiedad por el triunfo, el fervor, la pasión… siempre envolvió a centenares de miles de fieles hinchas que, en circunstancias y tiempos diversos, repitieron hechos violentos con singular naturalidad. Así, la lista es ancha y cruda, triste y amarga.

El 23 de abril de 1916 jugaron por segunda vez en su historia: Platense y Tigre. Fue en el famoso estadio de Tigre del ‘lechero ahogado’ y allí se produjo el primer enfrentamiento violento entre esas hinchadas.

Luego de vencer al local 1 a 0, la gente de Platense fue atacada por la de Tigre cuando intentaban cruzar el puente del Río Reconquista. Allí nació una mutua enemistad que nunca cesó.

En 1924, Argentina pierde en Montevideo el Campeonato Sudamericano de Fútbol. En tal ocasión, los uruguayos hacen una manifestación frente al Hotel donde se alojaban los jugadores argentinos, entre los que se encontraba un conocido personaje apodado ‘Pepito’ (fanático simpatizante de Boca Juniors), quien mata de un disparo a uno de los manifestantes uruguayos. El crimen queda impune, ya que los argentinos ayudaron a huir a ‘Pepito’ a Buenos Aires.

Ese mismo año, se juega otro partido entre Argentina y Uruguay. El público invade el terreno de juego y el árbitro suspende el partido.

A raíz de esto se decide la colocación de lo que hoy llamamos alambrado olímpico, para proteger el espectáculo del asedio de los hinchas.
 
En 1925, un Platense - Tigre debió suspenderse por serios incidentes.

En 1929, se realiza en Buenos Aires un partido internacional entre un equipo argentino y Chelsa de Inglaterra, en el cual, los ingleses fueron agredidos con una pedrada por el público. Los ingleses asombrados por tal reacción de los simpatizantes, se llevaron algunas piedras a su país y las conservaron en la vitrina de su club, pero al poco tiempo la violencia también se desataría en esas tierras, y con ella, la necesidad de contener a una de las facciones más fanáticas y más temibles del mundo.  

En 1932, en un partido entre River y Racing, un disturbio en las tribunas deja un saldo de un muerto y numerosos heridos. Ese mismo año se suspenden dos partidos por agresión al árbitro.

En 1944, en un tumulto en el estadio de River Plate quedan seis muertos y muchos heridos.

En 1946, después de un partido entre Newell´s y San Lorenzo, en Rosario, un grupo de barras intenta colgar al árbitro Cossio de un árbol del Parque Independencia.

Y años más tarde, en la Carlota (Córdoba), el foco de atención es nuevamente un árbitro que es asesinado por tres jugadores.

En 1946, en un partido entre Argentina y Brasil (jugado en Buenos Aires), el equipo argentino hace desfilar (para preparar el clima psicológico contra los visitantes) a un jugador con la pierna enyesada por la agresión de un brasilero.
Al término del encuentro, los jugadores del vecino país debieron huir a los vestuarios perseguidos por una multitud linchadora, mientras la Policía, lejos de defender a los agredidos, le daba una tunda a bastonazos.

En 1960, en el partido que sostuvieron Argentinos Jrs. y Boca, intentan matar a un jugador de una cuchillada.

En 1964, un hincha de Banfield le arroja una radio a transistores en la cabeza a un referí.

En 1967, en un partido entre Racing y Huracán (en el estadio de Racing), la barra brava de Huracán asesina al joven Héctor Souto de tan sólo 15 años.

Luego de ser brutalmente pegado, pateado y pisoteado por la barra, uno de sus integrantes (un mecánico de 23 años) salta repetidas veces sobre el tórax de la víctima hasta destrozarlo.

El año 1968 es uno de los picos más altos de violencia, sino el peor que vivió nuestro fútbol. Ese año, como consecuencia del partido Racing y Estudiantes, tres hampones mandados por el dirigente de uno de los clubes, le pegan al árbitro Angel Coerezza cuando vuelve a su casa.

Días después, los dirigentes de Estudiantes y el jugador Conigliaro agraden a los periodistas en los vestuarios.

Un partido entre Belgrano de Córdoba y Estudiantes termina en una batalla campal.
Y ese turbulento año termina con la tragedia más impresionante que registra nuestro país en materia de escándalo en un espectáculo deportivo, nos referimos a ‘La puerta 12’.

Por ella debían descender en forma normal los simpatizantes de Boca al término del encuentro que protagonizara su club con River Plate (en Núñez), pero una multitud enceguecida y atontada provoca una avalancha ante una puerta de salida cerrada, para algunos. Lo cierto, es que la verdad nunca se supo y las conjeturas fueron muchas.

¿Hubo represión por parte de la policía? Algunos entienden que sí. Lo curioso y lamentable, es que un luctuoso suceso con 71 muertos y 66 heridos no haya tenido responsables y haya quedado impune.
En 1969, hay violencia entre Estudiantes y Milán en el estadio de Boca; y entre Estudiantes y un equipo Checoslovaco en Mar de Plata.

También en 1969, un arquero Vienes que fue chocado por el jugador de Estudiantes Conigliaro, es hospitalizado y queda con el rostro destrozado.

En la década del ‘70, el Club Platense pierde su estadio y comienza a construir su nueva casa a 18 cuadras, en el predio deportivo que compró en la década del ’40 en Vicente López. Así, con frecuencia hizo de local en la cancha de Tigre (institución vecina), produciéndose hechos de violencia entre ambas hinchadas en sobrados episodios.

Y fue por estas circunstancias, que los dirigentes del ‘calamar’ tomaron la decisión de alquilar el estadio de Atlanta.      
En 1971, en un encuentro entre Central Norte y Atlanta jugado en Tucumán, se produce un tumulto a consecuencia del cual muere un joven.

También en Tucumán, ese mismo año en un partido jugado entre Boca y Racing, el público destrozó el estadio ante la presencia de autoridades tucumanas.

Al poco tiempo, en un partido amistoso disputado en González Catán, dos jugadores son asesinados.
En 1972, en Rosario, un joven santafesino de 23 años, al gritar el triunfo del equipo de Colón, es asesinado por un balazo que parte del tren que trasladaba a los hinchas de Boca a Buenos Aires.  
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Testimonios:
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*  Carmelo F. (65 años), no quiso perder la ocasión para decir lo suyo en una mesa de café que mantuvo con este medio:
“¿Sí en el fútbol de antes había violencia?  Claro. Lo que pasa es que ahora los medios de información le dan más importancia. No podría decirte si había en mayor o menor escala que en estos momentos, pero ocurrían hechos salvajes y con un sadismo impresionante. ¡Y por el sólo motivo de ser hincha de otro club, eh!.
Recuerdo que había patotas que caminaban por las calles de cualquier barrio, y le preguntaban a la gente (generalmente de su misma edad) de qué cuadro eran.

Por ejemplo, si respondían: de Atlanta, y la barrita era de Chacarita... ¡uuuuuuuy!; no te imaginas lo que le pegaban a ese pobre ser humano.      

Yo llegué a presenciar hechos terribles. Me acuerdo que en el ´40, estaba en la cancha del ‘globito’ presenciando un Huracán - River y me ubiqué en la tribuna del local.

En la mitad del segundo tiempo ganaba River 1 a 0, y los ‘millo’ convirtieron de vuelta. Entonces, un fanático de River, ¿que realmente no se qué estaba haciendo en la tribuna de Huracán?, no tuvo mejor idea que gritarlo.
¡Para qué!, lo agarraron entre cinco, lo pusieron en forma horizontal y le empezaron a pegar en la cabeza contra una columna. Ellos tomaban carrera y: “boooom”.
Mirá, era algo impresionante, me tuve que ir de la cancha porque no aguanté más. Así que del muchacho no supe mas nada.

En otra oportunidad, y curiosamente también en un Huracán - River, estaban discutiendo en la platea en forma muy fuerte uno de River con un grupo de Huracán. Palabra va, palabra viene, parece que la cosa se puso algo espesa y ¡zas!... los de Huracán le empezaron a dar y dar, hasta que uno sacó un cuchillo enorme y le cortó la muñeca. Fue terrible, muy terrible.

Era muy brava aquella época, muy brava. Los jugadores jugaban por la camiseta y los hinchas si era necesario daban la vida”, nos dijo.
- ¿Cuál era la hinchada más temible? (le preguntamos).
-  La de Huracán era una de las más bravas, pero a de la Boca también (señaló).
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*  Antonio M (47) años, concurre a los estadios de fútbol con frecuencia, y opinó al respecto:

“Mirá, tengo 35 años de tablón y anécdotas a patadas. Sobre la violencia en el fútbol te diría que siempre existió.

Tal vez ahora puedan darse hechos más escandalosos o, mejor dicho, al haberse legislado más sobre el tema, una piedra que es arrojada desde la tribuna e impacta sobre la humanidad de algún protagonista del encuentro, es motivo de suspensión inmediata del partido y se arma todo un circo alrededor de eso.

Que por un lado está bien, porque cuanto más importancia le da la sociedad con mayor ímpetu se buscan las soluciones.

Lo que quiero decir, es que todo esta clase de delitos menores ocurren desde que voy a las canchas, pero creo que ahora tienen un espacio más amplio en la prensa y eso me parece  bueno.

Particularmente, nunca me tocó presenciar un escándalo importante en un estadio, que no significa que no hayan sucedido, pero peleas en las tribunas y en las calles muchas veces. Es más me animaría a decir que ese tipo de hechos menores eran más frecuentes antes que ahora, sobretodo porque en estos tiempos se agudizó la prevención”.   
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A través de esta investigación, vemos que la violencia acompañó al fútbol desde siempre y no es un producto de estos tiempos, como algunos analistas pretenden subrayar.

El perfil del hincha no ha sufrido alteraciones con el paso del tiempo, como ya hemos señalado, fue y sigue siendo: apasionado, temperamental, impulsivo, sensible, sufrido, irracional, subjetivo, intolerante, orgulloso, violento… Con sentimientos paralelos cuando están en masa.

Hechos violentos que conmovieron al fútbol argentino (1973 a la fecha: 1993):
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En 1973, en un match entre Oberá de Misiones y Río Cuarto (jugado en Posadas), y también en un partido entre Atlanta y San Martín de Tucumán, hieren al árbitro.

El 17 de septiembre de ese mismo año la hinchada de Huracán comete desórdenes en los alrededores de su estadio destrozando teléfonos públicos, vidrieras, y saqueando las mismas.

Con el arribo de All Boys a la Primera División del fútbol argentino (en 1973), se reedita un viejo clásico histórico del ascenso que no se disputaba desde 1955, entre éste club y Argentinos Juniors.

Fueron 8 años de encuentros entre ‘bichos’ y ‘albos’ (hasta que los de Floresta retornan a la ‘B’) y muchas las escaramuzas entre ambas parcialidades vecinas.

El hecho, de que a la postre, por mucho tiempo All Boys y Argentinos Juniors dejaron de enfrentarse, esto no le puso fin a la violencia.  Los graffitis en las paredes y las peleas callejeras siempre estuvieron a la orden del día. Y dicen ‘los que saben’, que la plaza Flores ha sido escenario de grandes batallas.   

En 1974, la empresa Ferrocarriles Argentinos debió enviar una carta al presidente de la AFA, ante los desmanes cometidos domingo a domingo por los hinchas que se trasladan en el tren.

En 1975, en un partido que dirimen Newell´s y Ferro Carril Oeste, los hinchas del primero le sacan un ojo al árbitro al arrojarle una moneda. Lo lamentable, además del episodio, es que los dirigentes de Newell´s defienden a la hinchada.

En 1976, en un encuentro de octava división entre River y Chacarita, y en otro de quinta entre Colegiales y Deportivo Español, los jugadores se toman a golpes, y en el primero de los casos, los chicos son acompañados en la pelea  por los padres que asistían al partido.

En 1979, al término de un partido entre Chacarita y Platense (jugado en San Martín), ambas hinchadas se enfrentaron en las cercanías del estadio dejando el saldo de un muerto por el impacto de una bala en la cabeza.

Los hechos de violencia en los estadios de fútbol se han incrementado con el correr del tiempo del mismo modo que los efectivos de seguridad. Pero debemos tener en cuenta que también han crecido la cantidad de partidos que se juegan por año, producto de la necesidad imperiosa que tienen los clubes por saciar sus economías.

Así es como, hoy por hoy, se disputan mayor cantidad de partidos amistosos, liguillas prelibertadores, reducidos de ascenso, Super Copa, Recopa y la incorporación del nuevo torneo federal ‘Nacional B’ que acapara la atención de casi todas las provincias del país.  
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Más episodios violentos:
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En 1980, Platense enfrenta a Tigre luego de cuatro años (estaban en categorías distintas) y en la reedición de ese nuevo clásico el triunfo es de ‘los calamares’ por 1 a 0. El jugador tigrense Di Meola se pierde el empate sobre la hora, y tras cartón la hinchada de Tigre comienza a agredir a la parcialidad adversaria, incluso, llegaron a romper la reja que los separaba y hubo enfrentamientos cuerpo a cuerpo.

En 1982, en un partido jugado entre Boca y Racing en la ‘bombonera’, un hincha de ‘la academia’ de apellido Basile muere por el impacto que le produjo una bengala en su pecho arrojada desde el sector que agrupa a la famosa 12’ boquense. El responsable del hecho, apodado ‘Narigón’, fue dejado en libertad ya que la justicia consideró que no hubo intención de homicidio, ni de provocar lesión alguna.

Al poco tiempo, y tras un partido disputado en La Boca entre Racing y Bánfield, un joven de apellido Souto muere por el impacto que le produjo una bala en las adyacencias del estadio. Se presumió que los culpables del luctuoso episodio fueron los simpatizantes de Boca.

En 1983, luego de un encuentro entre Boca y River (jugado en Vélez) un integrante de la barra brava de River es asesinado por sus propios compañeros, al parecer por un ajuste de cuentas.

Ese mismo año, en un asado de confraternidad entre hinchadas hasta entonces amigas, como lo eran Chacarita y Tigre, se generó una discusión que culminó en riña y en el final de una buena relación y el comienzo de una fuerte rivalidad.

Al principio de esta década, un episodio semejante terminó de consolidarse. En los ‘70, había buena afinidad entre los vecinos de Almirante Brown y Nueva Chicago. Pero en 1972 ambos protagonizaron un certamen de la Primera ‘B’, con la punta casi en exclusividad para los de ‘Casanova’ y con los de ‘Mataderos’ soplándoles la nuca. Hasta que se enfrentaron, con victoria de Chicago y la punta arrebatada, aunque por muy poco tiempo, en un campeonato que en la última fecha se lo llevó All Boys.

Desgaste, y principio del fin a una amistad que murió definitivamente en 1978, cuando hizo eclosión la rivalidad que empezó a cimentarse en el ‘72. Así nace un clásico muy violento que se mantiene hasta nuestros días (el primero e histórico, desde la piel del hincha de Almirante Brown, que luego en los ‘90 también incluyó a los parciales de Deportivo Morón como acérrimos enemigos).

En 1985, Boca enfrenta a Independiente en Avellaneda, y en el trascurso del partido, tras un polémico fallo del árbitro, la hinchada visitante provoca un escándalo de envergadura.

La policía reprime con severidad, y a raíz de ese enfrentamiento el joven Scaserra pierde la vida por el impacto de una bala lanzada por uno de los efectivos de seguridad.

El padre de la víctima (que se encontraba a su lado) entiende que su hijo fue asesinado y lleva la causa a la justicia.
En 1991, tras un clásico disputado por San Martín y Atlético (en Tucumán), pierde la vida Fidel Gutiérrez aplastado contra el alambrado que cubre el terreno de juego por un grupo de enfervorizados hinchas.
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El caso Saturnino Cabrera:
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El 14 de diciembre de 1990 se enfrentaron Boca y San Lorenzo, en la ‘bombonera’, en uno de los últimos encuentros correspondientes al Torneo Apertura.

Al finalizar el primer tiempo, un grupo de 30 a 50 hinchas de Boca se trasladó a un sector de plateas ubicadas en la parte alta del estadio, muy cercanas al lugar que ocupaban los simpatizantes de San Lorenzo, con el fin de ‘saldar una deuda pendiente’ producto del robo de unas cuantas banderas que un grupo de barras bravas de San Lorenzo le sustrajo a la madre de un hincha de Boca, pocos días antes de producirse el partido.              
De inmediato, se desató la violencia y ambos bandos se arrojaron todo tipo de objetos.

El episodio alcanzó tal voltaje, que el grupo más rebelde de simpatizantes sanlorencistas arrojaron tres caños de grueso calibre hacia el vacío, donde se hallaban pasivos espectadores locales que nada tenían que ver con la ‘guerrilla’ desatada.

Uno de ellos (un caño galvanizado de seis metros de largo y veinte kilogramos de peso), impactó en la frente de Saturnino Cabrera (de 37 años) quien murió al instante.

Emilio Chávez Narváez (23 años) que se hallaba junto al grueso de la hinchada visitante, fue identificado por dos Policías como el autor del hecho que le costo la vida a Cabrera. Y tras ser arrestado fue puesto a disposición de la justicia, que lo hallo culpable de homicidio preterintencional (reclusión de 5 años y 8 meses).
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Décadas violentas:
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Los ‘70 y los ‘80 son significativos en hechos violentos. Estos se derraman en casi todos los escenarios donde se protagoniza un clásico histórico.

Así, fue casi imposible que termine en paz un: Boca vs River;  Independiente vs Racing;  Huracán vs San Lorenzo; Gimnasia vs Estudiantes de La Plata;  Platense vs Tigre;  Ferro vs Velez; Lanús vs Talleres de Remedios de Escalada; Bánfield vs Los Andes; Rosario Central vs Newell’s; Colón vs Unión; Belgrano (Cba) vs Talleres (Cba); San Martín (Tuc) vs Atlético (Tuc); Arsenal vs El Porvenir; Chacarita vs Atlanta; Almirante Brown vs Nueva Chicago; Flandria vs Luján; Argentino de Quilmes vs Quilmes; San Telmo vs Dock Sud;  Estudiantes vs Almagro; All Boys vs Argentinos Jrs; Alvarado de Mar del Plata vs Aldosivi; Excursionistas vs Defensores de Belgrano; Villa Dálmine vs Defensores Unidos;  Comunicaciones vs General Lamadrid; Villa San Carlos vs Def. de Cambaceres; etc, etc...
Es importante destacar que tanto el clásico de la ciudad de La Plata entre ‘triperos’ y ‘pincha ratas’, como el rosarino entre ‘leprosos’ y ‘canallas’ se han destacado siempre por la fuerte dosis de violencia.

Pero es a partir de 1980 cuando comienzan a gestarse nuevas rivalidades, orquestadas por lo general por sucesos extra deportivos (“si sos amigo de mi enemigo, sos mi enemigo”).  

Lo cierto, es que por cuestiones ajenas a lo futbolístico o no, ésta década es el punto de partida de fuertes picas entre hinchas de equipos que no configuraban un auténtico clásico histórico entre sí, como: Boca y Racing; Boca y San Lorenzo; Defensa y Justicia y Quilmes; Chacarita y Tigre; San Miguel y Tigre; Los Andes y Témperley; Argentinos Jrs y Platense; Velez y San Lorenzo; Nueva Chicago y Chacarita; Nueva Chicago y Velez; Lanús y Bánfield; Colegiales y Defensores de Belgrano; o Atlanta y All Boys, entre otros.

Y con esta realidad a cuestas, es precisamente en esta década donde comienzan a extremase las medidas de seguridad en los estadios, ya que la convivencia entre las hinchadas empieza a ser inviable.
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1993, un año muy violento:
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En el presente año se han registrado varios hechos de violencia que son de dominio público (recordamos que este es el año donde se elaboró y publicó esta nota): la muerte de un simpatizante de Chacarita al término del encuentro que ésa institución sostuvo con Los Andes, la agresión a periodistas en el estadio de Unión motivo por el cual, y en represalia, los medios de prensa santafesinos le cortaron la cobertura a la institución ‘tatengue’; son algunos de los sucesos que ilustraron 1993 y ocuparon la primera plana de los periódicos.

Pero, la violencia desatada al término del partido que sostuvieron Argentina y Australia por las eliminatorias, sea tal vez, lo más incomprensible de toda esta historia.

Una sola divisa a defender (la Argentina) y un motivo de alegría descomunal (la clasificación) se contradicen en forma con el saldo injustificado: 432 personas detenidas y un herido de bala (Ricardo Vallejos, de 24 años ).

Otro de los incidentes de envergadura registrados este año (21/11) fue el que tuvo como protagonistas a plateístas de Velez y dirigentes de Racing. Un hecho nada común en nuestro fútbol ya que, como vimos, la gresca en estadios siempre tuvo lugar entre aquellos que ven el espectáculo de pie y rodeados de bombos y banderas.  

Lo ocurrido el 30 de noviembre en las adyacencias de la cancha de Colón de Santa Fé, tal vez responda a un fenómeno de evolución maligna. La barra brava de dicha institución presionó a una serie de jugadores de su club para que se hagan cargo de los gastos de traslado y estadía de dichos fans al Mundial de Fútbol de los EE.UU., con el norte puesto en alentar a la albiceleste.

Ante la negativa de los jugadores, los hinchas respondieron con golpes de puño, botellas rotas y amenazas varias. ¡Lamentable!

Para cerrar, el 4 de diciembre en Mendoza, en el partido que sostuvieron Argentinos Juniors y Boca, también hubo violencia. ¿El saldo?: un herido de bala y uno con arma blanca.

Hechos Menores:

Sería imposible volcar en estas páginas la cantidad de episodios violentos, de calibre menor, registrados en los estadios de fútbol a lo largo de todos estos años.

Casi siempre, al culminar un partido, se producen disturbios de variada índole entre las barras de hinchas, muchas veces sofocados por la decisiva intervención de las fuerzas del orden.

Para los visitantes, el club local es siempre una emboscada. En el estadio de Independiente, la calle Almirante Cordero (donde desemboca la única salida visitante) se convierte con frecuencia en un verdadero campo de batalla.
En la cancha de Estudiantes de la Plata, los visitantes, al culminar el encuentro, toman el camino que los conduce a la estación de tren donde generalmente son interceptados por los locales en busca de nada bueno.

El estadio de Chacarita (en San Martín) es uno de los más riesgosos y el de Nueva Chicago (en Mataderos) uno de los más temidos.  

Pero sin duda, uno de los particularmente peligrosos, es el escenario de Gimnasia y Esgrima de la Plata. Los visitantes, al término del partido, atraviesan el bosque y allí los locales (que acostumbran a abandonar la cancha minutos antes que sus rivales) los esperan arriba de los árboles para luego atacarlos.

Sobre rencillas y grescas abundan las anécdotas, como las que detallamos a continuación.
En 1975 Deportivo Morón enfrentó a Tigre, en Morón. Las hinchadas no eran amigas, por el contrario, la relación era muy mala.

Al terminar la primera etapa de ese partido, ocurrió algo que selló una fuerte amistad: en un confuso episodio un policía (en estado de ebriedad) disparó contra un hincha de Tigre, que debió ser internado. Esto provocó la reacción de la barra de Tigre, y comenzaron a pelearse contra la Policía. Cuando la hinchada de Morón se dio cuenta de lo que ocurría, fue solidaria con la visita desde los cánticos hasta los hechos.

En 1977, Tigre recibía a Almirante Brown, en Victoria. Minutos antes de comenzar el encuentro arriba al estadio el grueso de la hinchada visitante, quienes empiezan a insultar y a amenazar a un grupo menor de simpatizantes de Tigre también ubicados en ese sector, y separados de la gente de Isidro Casanova por un cordón policial.

De los cantos pasaron a los hechos, y a la gente de Tigre allí situada no le fue nada bien. Esto provocó la ira de la ‘barra del matador’ (ubicada en la popular de enfrente), que se retiró del estadio y fue en busca de la parcialidad de Almirante Brown. Allí se produjo un durísimo combate cuerpo a cuerpo, cuyo desenlace fue el retorno de la hinchada visitante a sus pagos. El partido lo ganó Tigre 1 a 0, y la anécdota no es el resultado sino el hecho de que se jugó con un 100 por ciento de público local.     

Como se dijo, tras el campeonato logrado en Primera ‘B’ por ‘el albo’, durante ocho años (hasta 1980) se reeditó el clásico entre All Boys y Argentinos Juniors (muy fuerte sobretodo en el ascenso, entre 1937 y 1955, año en que ‘el bicho’ asciende con continuidad a Primera ‘A’).

Ambos estadios están a pocas cuadras, y los une la Av. Alvarez Jonte. Y es precisamente por esta avenida por donde se desplazaban caminando hinchas de uno u otro equipo las veces que debían enfrentarse. Claro está, que en casi todos los casos las situaciones de trifulca estuvieron a la orden.    

Muchas de las anécdotas, sin desconocer los funestas que son, bordean lo cómico. Cómo estas dos que le narramos a continuación.

En 1979, Nueva Chicago visitó a Gimnasia y Esgrima en  la Plata. La violencia no estuvo exenta en esa ocasión y se dio cita, como de costumbre, en el bosque. Pero con un hecho curioso, los visitantes (viejos zorros en el tema) emprendieron la retirada cinco minutos antes que los locales y se instalaron en los estratégicos árboles que ofrece ese lugar, desde donde agredieron sin piedad a los de Gimnasia, propinándoles una paliza inolvidable.
En 1984, el humor y la barbarie tienen nuevamente como protagonista a la parcialidad de Mataderos que enfrentaba, en la ocasión, a All Boys (en Floresta).

Los disturbios registrados en las tribunas durante gran parte del encuentro se trasladaron a las calles donde ambos bandos se enfrentaron al término del partido. La pelea culminó cuando la policía se hizo presente, con un singular saldo: no fueron en la oportunidad banderas o gorros el material que los de Chicago obtuvieron como trofeo en esa ‘guerra’, sino el caballo de un efectivo policial, que un sujeto, con el torso desnudo e insignias verdes y negras en su cabeza, se encargó de pasear a lo largo de la Av. Alvarez Jonte durante toda la tarde, hasta que fue apresado.

En 1983 se rompe la amistad entre las barras de Chacarita y Tigre, en un supuesto asado de confraternidad. Y ese año, al poco tiempo de lo descripto, en un encuentro disputado en Victoria por un reducido eliminatorio para subir a Primera División, la violencia fue la gran protagonista ya que se hizo presente en varios pasajes de la noche.

En el entretiempo del partido, la hinchada de Chacarita dio rienda suelta a su furia contra la policía, ganando la batalla por amplio margen, ya que los uniformados fueron desalojados del estadio.

Minutos después, el combate fue contra la gente de Tigre, en la tribuna lateral frente a la platea. El sitio exacto fue en la reja que dividía a ambas hinchadas. Y allí, los inadaptados de siempre se arrojaron elementos contundentes por más de 20 minutos.

Ese día marcó el comienzo de la fuerte rivalidad existente entre ‘matadores’ y ‘funebreros’.    

Una vez concluida la amistad que unía a su gente, Nueva Chicago y Almirante Brown se convirtió en un gran clásico del ascenso, donde los hechos de violencia entre ambas parcialidades fueron moneda corriente. La más recordada ocurrió en la década del ‘90, en un partido jugado en Chicago, cuando la gente del ‘mirasol’ rompió la reja que separaba su tribuna de la platea local, y allí se produjo una revuelta de enormes proporciones.

De 1993 en adelante:
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Tras un Boca vs River, el 30 de abril de 1994 mueren Walter Vallejos y Angel Delgado, producto de una emboscada realizada por hinchas de Boca.

En San Lorenzo vs Huracán (el 20 de diciembre de 1997), un balazo terminó con la vida de Ulises Fernández.

Y en sendos episodios violentos, con el transcurso del tiempo mueren Rubén Piromalli y Manuel Juárez, de la barra brava de Chacarita; más tarde Miguel Cedrón (de Boca), Juan Espinoza (de Colón); y Roque Miranda (de Talleres). En los años ‘90 comenzó a percibirse un nuevo fenómeno, los intereses creados de las barras sobre actividades comerciales dentro y fuera de los estadios fue el puntapié inicial para que la violencia se instale entre los grupos de una misma divisa. Así, persiste hasta nuestros días las divisiones entre las hinchadas de Boca, Almirante Brown y River, por citar algunos ejemplos, donde los episodios de violencia siguen siendo moneda corriente.

En ‘Los Borrachos del Tablón’ (River) se produjo una fuerte ruptura en 2006 que culminó con la muerte de uno de sus integrantes: Martín Gonzalo Acro. Y entre otros hechos cotidianos de violencia de estos últimos tiempos, podemos resaltar el ocurrido el 3 de marzo de 1999 cuando 11 hinchas de Chacarita fueron brutalmente agredidos en un partido amistoso jugado en ‘la Bombonera’; el tiroteo entre barras de River y Newell’s en un peaje (cuando una hinchada iba a Buenos Aires y la otra a Rosario, con el saldo de dos muertos de los rojo y negros); o la muerte de Marcelo Cejas, hincha de Tigre, que en junio de 2007 fue a la cancha de Nueva Chicago a ver ascender de categoría a su equipo y no retornó con vida (delito aún impune).

También, por producto de enfrentamientos internos entre barras en estos años han fallecido: en 2009, Fernando De Respinis (de Huracán) fue acribillado en una pelea interna.

  1. 2010, muere Pablo Gómez tras una trifulca entre hinchas de Newell’s; luego José Mendoza, de Colón.

Luego, en marzo de 2010, al ex jefe de la barra de Newell’s Roberto ‘Pimpi’ Caminos le disparan a la salida de un bar, dándole muerte.

Más cercano en el tiempo, la mayor parte de hechos de violencia hoy por hoy se dan en el seno de las propias hinchadas por cuestiones de poder y negocios ajenos al fútbol.
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Antinomia:
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El hincha es violento por naturaleza, pero hay condiciones y circunstancias que lo convierten más agresivo con unos que con otros.

Así las cosas, vemos que los grandes clásicos son el blanco preferido para que los fanáticos desaten toda su furia. Boca - River; Independiente - Racing; Huracán - San Lorenzo; Gimnasia - Estudiantes; Colón - Unión; Platense - Tigre; Belgrano - Talleres; Newell´s - Rosario Central, entre otros, son el epicentro obligado de grandes disturbios.
El clásico es la postal más clara de la violencia.

Esta antinomia provoca que el juego se lleve a cabo con gran intensidad y fervor (en el terreno de juego como en las tribunas), y siempre se destaca por el calor y color que le aplica el público, y también por los incidentes generados.

Luctuosa postal que se repite con notable frecuencia cada vez que se reedita un viejo derby.   


Por Claudio o. Antunovich

 

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