Puede causar pudor reconocerlo, pero el sadomasoquismo es una fuente de placer inigualable.
Esta práctica tan antigua como la humanidad se basa en la excitación producida por el sufrimiento propio, a causa de cierto grado de violencia física humillación o maltrato.
Ya Aristóteles suplicaba a Filis una mujer pública que le hiciera el amor montándole encima y dándole golpes en las nalgas.
Hoy por hoy muchas parejas ven aquí un recurso para alimentar la pasión. La fantasía de subyugar al otro, o ser poseído es un ingrediente poderoso a la hora de alcanzar un climax perfecto. Y esto no tiene nada de patológico. Dejar volar la imaginación y abandonar los prejuicios parece ser la receta para mantener el fuego de la pasión siempre encendido
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